Me dijo, cargado de melancolía,
que debía marcharse
y que eso era lo que le dolía.
No supe que decir en aquel momento
así que por primera vez
decidí callarme
y ver si funcionaba aquel experimento.
El silencio era lo único
que jamás había probado
ya que fueron mis palabras
las que lo habían enamorado.
Y mientras hacíamos de nuevo aquel camino
con los labios sellados
y los corazones casi helados
nuestras manos se rozaron por obra del destino.
Paramos en seco y nos miramos
a través del manto de quietud que habíamos tejido
tras abrazarnos lloramos
y casi susurrando me dijo 'ven conmigo'.
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