jueves, 14 de septiembre de 2017

Dos corazones

Por raro que pudiera parecerle al mundo, allí donde parecía haber una persona completamente normal , con sus dos brazos, dos piernas y una cabeza, había un ser humano, que a pesar de ser físicamente corriente, tenía en el pecho dos corazones. 

No era algo que le impidiera hacer una vida ordinaria, como se esperaba de él, y de hecho disfrutaba haciendo tareas tan superfluas como ir a la facultad, ver una película en el cine o salir a tomar algo los sábados por la noche. 

Tener dos corazones donde debería haber únicamente uno, era su mayor secreto y lo ocultaba tras una espesa capa de vulgaridad. No podía simplemente decir que tenía dos corazones: si aquello salía a la luz, se descubriría su individualidad, y con ella temía que la soledad que sentía a veces se hiciera realidad.

Porque tener dos corazones hacían que sintiera con muchísima intensidad. Lo malo es que no solamente se amplificaban sus sentimientos de euforia, felicidad, éxtasis o determinación, sino que las cosas malas también sufrían el mismo énfasis. No era raro verlo más taciturno de lo normal, reflexionando sobre el sentimiento de vacío, de desgana, de soledad, insatisfacción, y en algunas ocasiones, incluso la muerte. 

Se sentía casi como una montaña rusa: a veces en la cima más alta, capaz de hacerle frente a cualquier adversidad, y otras en la parte más baja, en la que no le apetecía salir de su palacio de sábanas. 

A veces reflexionaba seriamente sobre el hecho de ir al médico y pedirle que le extirpara uno de los dos corazones, ya que al fin y al cabo con uno se puede vivir perfectamente. 

Pero al final nunca lo hacía, ya que a pesar de vivir con una fingida normalidad que le permitía estar con el resto de seres humanos, en el fondo de sus dos corazones sabía que era algo más que esos pobres y corrientes personajes. Sabía que, a pesar de las cosas malas, era alguien extraordinario.

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