Hoy he terminado de escribir nuestra historia. Empecé por aquel fatídico día de San Valentín en la que conseguiste coser mis pedazos, y terminé en la fiesta inesperada del viernes en la que terminamos hablando del amor de madrugada.
Seamos sinceros: eres de esas personas que conviene tener lejos. No por que seas mala persona, en absoluto. Si no por que no me haces bien. No funcionamos bien juntos. Somos piezas de diferentes máquinas. Nuestros engranajes no encajan si no están bañados en tequila, sal y limón.
Duele decirlo, pero soy uno más. Lo intuí, lo sospeché, lo supe, y ahora finalmente lo admito. Dicen que verbalizar las cosas es el mejor modo de asumirlas, ¿no? Pues aquí lo tienes.
No sé por que después de todo sigo siendo tan tontamente ingenuo contigo. Pero sé que ya no hablaremos más.
Lo sé del mismo modo que lo sabía las diecinueve veces anteriores y que finalmente terminé obviando.
Por que si bien no te quiero, me importas.
Idiota.
Y no diré por cual de los dos va esta última palabra.
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