A mis pies, kilómetros de abismo que se adentran en las entrañas candentes de la tierra. Al otro lado, a una distancia respetable, un valle yermo. No es aquel lugar más allá de la separación al que aspiraba llegar, pero sin duda es infinitamente mejor que la caída al vacío nebuloso. Sé que no he cogido la carrerilla apropiada, y que mi mayor impulso proviene de los últimos metros del borde.
¿Tengo suficiente impulso para llegar al otro lado? Sin duda no. ¿Habrá una mano amiga en el otro lado que me ayude a cruzar? Todas las esperanzas de no caer se centran en esta posibilidad.
Una vez más yo y la incertidumbre de septiembre.
Una vez más yo y el abismo.
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