lunes, 14 de septiembre de 2015

Al fin y al cabo calcetines.

Un té rojo frío,
un bolígrafo sin tinta,
pequeñas tragedias cotidianas
diminutas como el haz de luz
que se filtra por la persiana.
Un poema que no rima
y que perdió el sentido,
el día que perdí la cordura
cuando me deslicé por tu cintura.
Desde aquel maldito día
me siento como un calcetín
dando vueltas infinitas
en la lavadora de vida;
desparejado, y ocasionalmente
en el cajón equivocado.

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