Otra vez juntos, mirándonos con una mediosonrisa y la certeza de que toda nuestra vida inmediata iba a cambiar a partir de aquel día. Él con viento en la cabeza, y yo con mariposas en el estómago.
Sé que es la oportunidad idónea para decir algo, pero nuevamente no sé que decir. Comienzo a plantearme la idea de que estoy a una distancia planetaria de un mínimo de elocuencia.
Me acerco a él y le doy un amistoso -e imprevisto- golpe en el hombro con el puño cerrado a la vez que digo lo primero que se me viene a la cabeza.
- Espero que no me olvides este verano.
Sin poder resistirme, hago lo que llevo todo un curso muriendo por hacer. Me siento torpe al rodearlo con mis brazos, pero a la vez siento como las mariposas vuelven a sufrir una metamorfosos y se transforman en huracán. Ahora soy yo el que tiene viento por dentro.
- Claro que no te olvidaré.
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