lunes, 4 de agosto de 2014

Hilos

La alfombra es áspera al contacto con mis manos, ávidas de hilos blancos que se desprenden al tirar de ellos. Es una imagen algo rara; yo, estirado todo a lo largo en la alfombra de mi habitación, tirando de hilos. No sé exactamente cómo he llegado aquí, ni cuánto tiempo llevo tumbado sobre el tejido tirando de los hilos. Tengo la mente completamente en blanco, y eso es lo único de lo que soy consciente. Tan en blanco que creo que realmente ni le presto atención a los hilos de los que tiro. De vez en cuándo, mis sentidos medio dormidos captan a varias personas entrar en el salón, que me hablan con un tono dulce, pero no logro, o más bien, no quiero entenderlas, la parte más despierta de mi sabe que no me pueden aportar nada con sus palabras huecas. Esa misma parte lucida quiere silencio, que la dejen en paz, quiere tirar de los hilos de la alfombra. Pero la irritación dura poco, por que las personas que entran y hablan, nunca está demasiado tiempo conmigo, ya que ante mi perenne silencio terminan por marcharse y dejarme solo con mis hebras blancas de algodón. En algunas ocasiones, comos si lo viera de fuera como un narrador en tercera persona, sé que grito, me sacudo, pataleo, y deseo desesperadamente terminarlo todo. Como si hubiera algo que terminar. Después sigo tirando de los hilos, uno a uno, poco a poco, hasta que todo se transforma en una maraña de hilos sin orden. De vez en cuando, las pastillas que me dan las personas de las palabras dulces hacen que la niebla de mi cabeza se esfume, y que mi parte lógica tome el control, aunque me gusta más estar loco.

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