domingo, 19 de enero de 2014

Una imagen dice más que mil palabras 1#


Sentía un nudo en la parte alta del estómago, y el corazón le latía más y más rápido conforme la cola avanzaba. Sentía ganas de correr de ahí, pero su orgullo masculino quedaría irremediablemente dañado si lo hacía. Casi podía ver la carcajada burlona de su acompañante si salía corriendo. Miró hacía arriba, y se arrepintió de hacerlo, ya que sólo sirvió para aumentar sus náuseas. Bajó la vista a la pasarela de metal en la que hacía cola, y apoyó la mano en la barandilla que servía para separar la cola. Se sentía realmente mal. Miró de reojo a su amiga, que le miraba con una sonrisa divertida, cómo si toda aquella escena fuera para ella un mero chiste. Al verla tan satisfecha con ella misma, se incorporó como pudo, intentando retener la dignidad que le quedaba. La cola se acercó más. Le sudaban las palmas de las manos, y se las secó con un movimiento nervioso en los vaqueros. Era su turno. El nudo del estómago ahora era un pellizco que apenas le dejaba respirar. Se imaginó lo patético que sería morir de un ataque al corazón por miedo a una atracción en la que montaba gente más pequeña que él, y que para colmo, él mismo había sido el que había propuesto montar ahí, en parte por que confiaba que ella tendría miedo y no montarían. No, no iba a dejarse dominar por el miedo. Con sus pasos irregulares montó en la atracción, se apretó el cinturón, comprobó tres o cuatro veces que estuviese bien atado, y con un gesto digno miró a su amiga. No se podía explicar que estuviese tan aparentemente tranquila. ¡Era un témpano de hielo!. La atracción arrancó con un chirrido metálico, y él cerró los ojos con fuerza, después de unos segundos con los ojos apretados, los abrió al notar que ella cogía su mano. Abrir los ojos le vino bien. Fue cómo si toda la tensión y todo el malestar desapareciesen. O tal vez no fue el abrir los ojos sino que ella le cogiese la mano. Sentía el viento en la cara, el vaivén de las sillas, y los ligeros toques del pelo de ella en su cara, llevados por la brisa. Sentía cómo si volase, cómo si todos los problemas se hubiesen quedado junto a sus nervios; desterrados en la pasarela metálica. Se sentía idiota por haber estado tan nervioso hacía sólo unos minutos. ¡Era maravilloso estar ahí arriba! Miró a su acompañante, esta vez con una sonrisa en su cara y no una palidez enfermiza a causa del miedo. Ella también le estaba mirando, con sus pelos revoltosos teñidos de colores veraniegos a causa de la puesta de sol. Y aprovechando el impulso y la adrenalina del volar, se atrevió a lo que llevaba tiempo queriendo hacer, se inclinó un poco, y la besó, y cómo cuándo se posan los labios en un témpano de hielo, no se pudo separar. Al besarla, aquel recuerdo de volar fue aún más dulce.

2 comentarios:

  1. Es exactamente como me sentí la primera vez que subí a ese juego. Fue impresionante como describiste a la perfección mis emociones en la cola para subir a la atracción y como reaccione una vez que comenzó. Es muy bueno y yo hubiera concentrado todos mis sentidos en el viento y el sol chocando contra mi piel, el primero de estos no lo dejaste de lado para nada y eso me gusto.
    Creo que superaste la primera fase con puntos de sobra y estoy ansiosa por ver con que me sorprendes la próxima.

    A propósito, ¿Sabias que mi estación favorita también es el invierno?. Me gustaría saber como se siente pasar Navidad con clima helado, debe ser genial.

    Cariños muy calurosos (de mas de 38 grados) desde Argentina ♥

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  2. Yo me siento así cada vez que voy a un parque de atracciones. Me gustan mucho estas cosas, pero me pongo nervioso jaja.

    Aquí la navidad es fría, pero vivo muy cerca del mar, y no nieva, así que tampoco es para tanto. Me gustaría pasar algún invierno nevado. Aún así es suficiente para hacerte la ilusión de que es cómo los típicos cuentos.

    Cariños gélidos (Y no por ellos menos cariño) desde España, desde dónde escribo esto envuelto en un pijama de mangas largas y las manos frías ♦

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