Quién me conozca, sabrá que soy un saco lleno de defectos; soy impuntual, orgulloso, en algunas ocasiones arisco, despistado, demasiado impaciente, retorcido, y un montón de cosas más que no voy a contar, ya que la fiinalidad de esta entrada no es ponerme verde a mi mismo más aún de lo que ya lo hago. No, hoy voy a hablar del que creo que es uno de mis peores defectos: La Ilusión.
Vale, tal vez muchas personas consideren que la ilusión no es un defecto, sino que es todo lo contrario, una bonita cualidad. Pues no señores, en mi no es para nada bonita, ya que en las proporciones de ilusión, es dónde fallo. Suelo emocionarme demasiado por las cosas, y luego me estrello inevitablemente. La ilusión también es la que me hace embarcarme en un montón de proyectos, para luego no terminar ninguno. La ilusión, a fin de cuentas, es la que me impulsa, pero a la vez es la que me pone la zancadilla.
Si me comentan algo, yo ya me emociono, y si luego no puede ser, pues me desilusiono. Y NO APRENDO. Eso es lo peor, que una vez tras otra vuelvo a caer en la ilusión, y otra vez me vuelvo a caer. Me digo que esa será la última, y que no me emocionaré tanto, pero siempre, si darme cuenta, estoy esperando ansioso algo improbable. Pero bueno, si fuer sólo por cosas esperables externas ... pero NO, yo mismo me monto mis cuentos, y luego, cómo es previsible, no resultan, y ya es dónde entro en depresión. Y no es algo que me pase sólo de vez en cuando, me pasan en multitud de ocasiones, con cosas grandes y con cosas pequeñas.
La ilusión me impulsa a hacer cosas que luego me hacen caer. Es más, escribiendo esto, creo que la mayoría de mis traumas y de mis penurias vienen derivadas de mi sobreilusión. Cosas que podrían haber cambiado el curso de mi vida.
Con esto, no quiero decir que la ilusión sea mala, ni que debáis abandonarla, ya que sin ilusión, el mundo dejaría de girar, los genios no inventarían nada, ni la gente se revelaría. Sin ilusión, no hay cambios, y sin cambios, no hay evolución.
Tan sólo grabar a fuego la cierta frase de: 'Es mejor sorprenderse que desilusionarse', y transformarla en una máxima a seguir, aunque luego, siempre tropiece con la misma piedra.
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