sábado, 7 de septiembre de 2013

Burbujas de Jabón.

Y se encontró dónde siempre se encontraba al estar deprimido, tras las rejas de su ventana, lanzando pompas de jabón al aire, que resplandecían vivamente en múltiples colores violáceos antes de estallar contra el suelo o ser impulsados más allá de su visión por las corrientes de aire. La gente le miraba cómo si estuviera loco. Un chico tan mayor lanzando pompas por la ventana. El les daba la razón. Lanzaba pompas de jabón por la ventana, era mayor, y además estaba loco. Pero algo tan insignificante cómo lanzar pompas, impulsarlas con un soplo de aire cuándo se tambaleaban al borde del círculo, tenían un algo que conseguían que su alma, su mente y su corazón dejasen de gritar por un momento. Estaba cada vez más débil. El mundo le estaba quitando cada día más fuerzas, y no lograba reponerlas. Era frágil, y no paraban de darle golpes hasta quebrar el cristal que le envolvía. En cierto modo, se sentía cómo aquellas burbujas. En un momento alcanzaba las nubes, y en otro se estrellaba contra el suelo, siempre frágiles, delicadas y ligeras cómo una pluma. Se sentía atrapado, confuso, tembloroso, desengañado, desilusionado, al borde del llanto, y ahí estaba, mirando pompas de jabón salir del borde de su boca, cómo si nada hubiera pasado, cómo si aún pudiera soñar y ser feliz.

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