viernes, 5 de junio de 2015

Ráfagas de apatía.

Fue más de lo que pudo soportar. Aguantó hasta que sintió la necesidad de huir. Y así lo hizo. Caminó a prisa por el pasillo, forzándose hasta límites imposibles pro simplemente no salir corriendo. Necesitaba salir de allí. Una vez que el sol de junio se reunió con su piel desnuda, se permitió algo que no se permitía desde hacía mucho tiempo: Permitió que algunas lágrimas salieran de sus ojos mientras que caminaba todo lo a prisa que podía. Perdió la cabeza. La apatía le llegaba a ráfagas. Lloraba y al segundo se sentía indiferente. Se sentía impotente y a los dos segundos aquella situación le daba igual. No fue a casa, se percató de ello cuando casi es atropellado por un coche. No le hubiera importado poner punto y final en aquel momento. Le pilló apático. Después lloró como hacía años que no lloraba, consciente más que nunca de su falta de cordura.

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