miércoles, 8 de abril de 2015

Días grises.

Buscó el encendedor rojo en los bolsillos delanteros de sus vaqueros azules. Lanzó una maldición cuando se dio cuenta de que se lo había dejado en casa. De mala gana se sacó el cigarro blanco de sus labios rosados y lo introdujo con cuidado en la caja de cartón de donde lo había sacado.

    Mientras esperaba a que el semáforo se pusiera de color verde y un coche negro pasaba junto a él, se recolocó su mochila naranja sobre el hombro izquierdo. Mientras se ajustaba la capucha de su chaqueta lavanda tras el cambio de posición de la mochila, cruzó el paso de cebra blanco mientras que la luz roja continuaba luciendo sobre su cabeza.

    El chico cerró sus ojos mientras que pasaba bajo el camino de árboles antiguos de tonos oscuros que conducían al edificio rectangular de un feo beige y tejas rojizas. Al cruzar la verja azul que perfilaba el recinto un gato pardo se cruzó con su indiferencia.

    Tras librarse del horrible peso de la mochila se dejó caer sobre su silla mientras el timbre metálico anunciaba el principio del día. Un día gris más.

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