domingo, 21 de diciembre de 2014

No dejaban de ser imanes.

Era una amistad curiosa; ambos sabían que no terminaría bien. Sabían con la certeza de la existencia que por más tiempo que pasara, la felicidad no aparecería ante ellos si seguían juntos: era un razonamiento puramente lógico. Se repelían con toda la fuerza de los polos iguales, pero se atraían con un atroz magnetismo, por que simplemente no dejaban de ser imanes. Uno era fría y calmada gasolina, mientras que el otro era inconstante y temerario fuego. El resultado de la mixtura resultaba obvio, y aún así con la facilidad de un suspiro, ignoraron el incendiario resultado. 

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