miércoles, 1 de octubre de 2014

Una imagen dice más que mil palabras 2#


Por fin tras muchas amenazas, el cielo plomizo que ocultaba las luces finales del ocaso cumplió sus promesas y se quebró en forma de desenfrenada lluvia. El agua al caer sobre las rocas grises de la mansión las teñía de un negro supurante, otorgándole un aspecto aún más recio, imponente, y si cabía, más frío.

Entorpecido por las cajas de cartón y montones de objetos esparcidos aquí y allá sin orden aparente, el joven médico se acercó a la ventana empañada para observar cómo el jardín quedaba lleno de charcos, y su coche bañado en fango. Nunca había visto llover de aquella manera tan violenta, y menos aún de manera tan repentina. Se sintió aliviado por haber logrado meter dentro de la casa todas sus cosas antes de ser sorprendido por aquella tormenta de finales de septiembre.

Mientras buscaba en una de las cajas marrones de embalaje algún CD que animara su confinamiento en la casa, escuchó un ruido en la planta de arriba. Paró su tarea y agudizó el oído, entrecerrando los ojos. Después de varios segundos de completa quietud atribuyó el ruido a su imaginación, aunque después de haberlo escuchado se sintió tenso, escuchando crujidos y ruidos por todos lados. Era demasiado típico: El joven médico que se muda a una vieja casa en medio del campo. Había muchas películas de miedo con esa ambientación, y nunca terminaban bien. Sacudió la cabeza y se llamó idiota en voz alta. Estaba delirando, siempre se asustaba con demasiada facilidad, y siempre le pasaba factura. <<Las casas antiguas crujen, cuando llueve las ramas arañan los cristales de las ventanas, y ... >> De pronto, el sonido de algo de cristal rompiéndose en pedazos se escuchó en la planta de arriba. <<...y es imposible que algo se caiga sin que nada lo empuje>>. Ahora si que estaba completamente asustado. 

Barajó la opción de salir corriendo de la casa, montarse en su coche de segunda mano e irse tan lejos como le diera el depósito de la gasolina, pero sabía que aquello no arreglaría nada. Además, estaba convencido de que estaba armando un drama por lo que seguramente sería una rata. Obviamente tampoco le hacía gracia la idea de que pudiera haber roedores en su hogar, pero prefería aquello a un asesino en serie bajo su cama. Además, la teoría de que el ruido lo hubiera provocado un animal era muchísimo más factible. Tras pensar estas cosas se sintió algo más aliviado, y con el suficiente valor como para agarrar su paraguas negro que se encontraba junto a la chimenea, y subir las escaleras de madera en busca del origen de aquellos ruidos. 

Una vez en la planta de arriba, su valor se evaporó al ver su habitación completamente destrozada. Su ropa estaba esparcida por todos los rincones de la estancia, algunas hechas jirones, tan troceadas que a penas pudo adivinar que prenda fue antes de aquel desastre. Los cajones se encontraban tirados por el suelo y la cama, pero por fortuna aún estaban a medio llenar. El cristal de la ventana estaba destrozado, y por lo tanto, el médico atribuyó el sonido de los cristales rotos a ese desperfecto. ¿Hacía tanto frío allí solo por la ruptura del cristal?

Ya no se trataba únicamente de su mente con exceso de imaginación. Había ocurrido, no estaba solo en la casa, y la verdad es que no tenía ninguna intención de quedarse a conocer al nuevo inquilino. Sin pensarlo dos veces, arrancó a correr, rumbo al marchito jardín, acariciando el plan de coger su coche y marcharse de allí. 

En medio del pasillo tropezó con un pliegue de la alfombra, pero más rápido de lo que antes se hubiera creído capaz, se levantó y siguió su huida contrarreloj. Bajó las escaleras de dos en dos, con un miedo vertiginoso a volver a caerse, aunque la idea de que hubiera alguien más en aquella casa, y que le estuviera siguiendo era mucho más aterradora. 

Al salir a la calle, sin ni siquiera cerrar la puerta de la entrada, se resbaló con un charco de la lluvia, pero en esta ocasión logró mantener el equilibrio y seguir corriendo. Al llegar a su coche rojo, se le helaron las venas al no encontrar las llaves en su bolsillo derecho de los vaqueros ya en aquel entonces empapado. 

Se le abrió el cielo al encontrarlas en el otro bolsillo, aunque no perdió el tiempo en agradecerle a Dios o a su meticulosidad el llevar siempre las llaves encima. Con un violento movimiento entró en el coche y cerró la puerta, profundamente aliviado de haber llegado al coche. Ahora todo era cuestión de pisar el acelerador todo lo que pudiera y poner distancia con aquella casa infernal. Pero antes de que pudiera tan siquiera meter las llaves en el coche, escuchó una respiración tras él, en los asientos traseros que aquella tarde habían estado llenas de cajas de la mudanza. 

El médico cerró los ojos y bajó la cabeza al volante. Parece que ni marchándote a la otra punta del mundo es posible librarte de tu exnovia. 

Feliz Octubre

2 comentarios:

  1. Increíble. No dejas de sorprenderme.
    Lei hace un par de dias este relato (incluso fue en un recreo del colegio, relatandoselo en voz alta a una de mis amigas, quien quedo gratamente sorprendida) y me fascino. Superas mis retos con mucha facilidad y así no es, Antonio XD. Te felicito, es estos días leeras mi relato.
    Saludos, te quiero.

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  2. He tenido mucho tiempo para pensarme esta historia, como muy bien sabes :P.
    De todos modos tampoco creo que me haya quedado tan bien como dices xD.
    ¿De verdad se lo leíste a una de tus amigas? ¡Que verguenza! jajaja
    Bueno, no te creas que con tanta facilidad, en la tercera imagen me lo has puesto complicado, eh e.e

    Muero de ganas por ver como te las has apañado con mi reto (La verdad es que fui malvado jijiji).

    ¡Abrazos fuertes! ¡Te quiero!

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