lunes, 15 de septiembre de 2014

Deseada.

Era una chica de pocas palabras. Ofrecía sus sonrisas gratuitas a todo aquel que se acercara a ella, y por eso mismo nunca le faltaron admiradores, a pesar de que ella los rechazara siempre con algunas pocas frases.

A pesar de tener escasas palabras que regalar, las pocas que salían de sus labios con carmín eran siempre certeras como una flecha en el centro rojo de una diana. Siempre tenía el consejo adecuado, el consuelo idóneo o la idea acertada.

Era pura poesía. Cautivaba a mayores y jóvenes por igual, a profesores, médicos, arquitectos o hombres de negocios. Todos caían siempre en sus redes. Todos cedían a sus manos ágiles y frágiles, que siempre sabían el punto exacto en el que tocar.

Era deseada, no solo por sus caricias, palabras atinadas o sus sonrisas de niña traviesa. Era deseada por su cuerpo perfecto, su mirada seductora, su naturalidad felina, sus gestos elegantes y sus juegos perversos. Era deseada por ser una de las creaciones más perfectas. Era deseada como ninguna prostituta lo fue jamás. 

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