Aquel día rompió con su habitual 'mejor sorprenderse que desilusionarse' que llevaba a modo de bandera y se permitió tener un poquito de esperanzas. Un par de litros, no tenía más.
La sensación era extraña, casi como un recuerdo olvidado que vuelve en un deja vu. Se sentía incluso feliz. O al menos más contento de lo que se había sentido en los últimos meses. Tal vez estaba equivocado al mantener tantas reservas con lo referente a la esperanza.
Todo podría haber salido bien. Podrían haberle enseñado a querer, aquella asignatura que aún le quedaba pendiente antes de abandonar el mundo en el que vivía. Podría haberse encontrado cara a cara con aquella esquiva felicidad, haberse lanzado a ella sin reservas, dejando la duda en el bordillo de la piscina. Podría haber roto sus leyes, podría haberse olvidado de todas las grietas que componían su ser. Tal vez incluso hubiera sanado lo suficiente como para tener expectativas.
Pobre niño, que de nuevo se vio dando vueltas desorientado, con las costuras saltadas, y sin sangre en las venas. Se abrió la jaula de su cabeza y los pájaros volaron lejos, dejándolo vacío. No se encontró la felicidad tras la puerta, sino aquella vieja voz que le susurraba de vez en cuando aquellas historias que ya conocía de memoria.
'No eres lo suficientemente bueno'.
'La felicidad no está hecha para todos'.
'No estás haciéndole ningún favor a nadie estando aquí'.